Desde hace unos años,
especialmente los últimos, en nuestro país se ha abierto un importante debate
relativo a la enseñanza que reciben nuestros hijos. Colectivos de toda índole,
maestros, profesores, alumnos, los padres de estos y otros se han echado a la
calle para protestar por la última reforma educativa que ha promovido el actual
gobierno, la LOMCE, la última ley de las
ocho que hemos tenido durante el actual periodo democrático, 34 años, referidas
a las enseñanzas medias y contando como una de ellas la LGE del anterior
régimen, en vigor hasta el año 1980. Como primera impresión parecen muchas
leyes y la media sale a una cada cuatro años, tantas como elecciones
parlamentarias hemos tenido.
Parece que este sistema de
continuos cambios educativos no ha dado el fruto esperado, consiguiendo volver
loco a todos los colectivos, simplemente ateniéndonos a los resultados de los
últimos informes PISA (1).
Muchos colectivos sociales se
han echado a la calle, otra vez, en defensa de la enseñanza pública, lo que, en
base a lo anterior, parece un grave error. El coste económico por alumno en la
pública es muy superior, por ejemplo, al de la concertada, con unos resultados
académicos que no son mejores en aquella que en esta. El apoyo a la enseñanza
pública lo único que nos supone al conjunto de contribuyentes es un esfuerzo
impositivo muy elevado para mantener un sistema muy caro y muy poco productivo.
El apoyo se debe dar a la
enseñanza buena, sea esta pública, concertada, privada, presencial, a distancia
o impartida por cualquiera de los medios
que la tecnología actual nos facilita. Defendamos, con firmeza, una buena
enseñanza. Apoyemos a los que empeñan su esfuerzo en formar a las futuras
generaciones con ilusión, conocimientos y dedicación a su profesión. El
disponer de unos buenos gestores, unos buenos profesores o maestros, un buen
personal administrativo en lo único que redundará será en formar buenos
alumnos, quienes después serán unos buenos profesionales en el mercado laboral
al que vayan destinados.
La enseñanza buena debe ser
evaluable y los profesionales que se dediquen a ella deben disponer de los
medios necesarios, incluyendo los económicos, para llevarla a cabo con el mayor
de los éxitos. No despilfarremos el dinero de todos en una enseñanza pública
fracasada y cara.
Apoyemos, sin fisuras, una
enseñanza buena, venga de donde venga, y dejémonos de protestas mediáticas que,
hasta ahora, no han mejorado la calidad de nuestra enseñanza.
Seamos serios, enseñanza
pública, si, pero buena y que no nos cueste mas de lo que realmente vale, para
los resultados que ofrece.
¿Cuántos premios Nobel han salido
de nuestras universidades? ¿Cuántos de nuestros científicos son los mejores en
su especialidad? ¿Cuántos de nuestros políticos son referencia en el panorama
mundial?... Podríamos hacernos mas preguntas de este tipo. Cada uno que se haga
la quiera… y que la responda.
Y si no somos capaces de tener una
enseñanza pública buena, dejemos que a nuestros estudiantes los formen aquellos
que sean capaces de hacerlo brillantemente y dotémosles de los medios
necesarios para ello, con un adecuado control de su gestión.
Antes de acabar, cuando me refiero
a enseñanza lo estoy haciendo a formación. La educación se debe dar en la casa
de cada uno, lo que supondría otro debate, probablemente de mucho mayor calado.
(1)
Yo soy de la opinión que nuestro país no
tiene nada que ver ni social ni culturalmente con Japón, Finlandia, Holanda,
Australia o Suecia por citar a algunos de los países de los que ocupan los
primeros puestos de la clasificación de dicho informe y deberíamos compararnos
con los países de nuestro entorno, Portugal, Francia, Italia…tal vez Marruecos.